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Àngels Gregori, poeta y miembro de la Acadèmia Valenciana de la Llengua

“Nunca ha habido tantas traducciones como ahora”

Poeta, directora de la Fundación Francisco Brines, miembro de la Acadèmia Valenciana de la Llengua, creadora de la Poefesta y presidenta de PEN Català, plataforma para la proyección internacional de la literatura y de los escritores y escritoras de los territorios de habla catalana. Charlamos con Àngels Gregori de la importancia de las letras valencianas y su proyección internacional en la Feria del Libro de Fráncfort.

¿Podría definirse una esencia de las letras valencianas, algo que las haga singulares respecto a literaturas creadas en otros lugares?

En este momento, conviven en Valencia tres generaciones de autores, con estilos y tendencias diferentes y esa vitalidad, en todos los géneros, hace que estemos pasando por un momento maravilloso. En Valencia tuvimos un Siglo de Oro, con autores de primer nivel europeo, como Ausiàs March o Joanot Martorell, y esa feliz continuidad respecto a nuestra tradición literaria se está viendo asegurada y afianzada. La luz de Sorolla, el skyline de la corrupción que nos dejó el paisaje de Calatrava y una ciudad en plena ebullición, como es ahora Valencia, nos permite concebir esta ciudad como una novela abierta, que se reescribe permanentemente.   

¿Quiénes son los autores valencianos más conocidos fuera de España?

Nombres como March, Martorell, Rafael Chirbes, Joan Fuster, Brines, Miguel Hernández, Max Aub, Blasco Ibánez o Lluís Vives son nuestro mejor pasaporte. Lo importante es el trabajo de internacionalización que se está haciendo: nunca ha habido tantas traducciones como ahora, los escritores están presentes de forma regular en los festivales y ferias internacionales, y sus obras funcionan muy bien fuera del territorio en el que se escriben. Pienso en nombres como Manuel Baixauli, Carlos Marzal, Josep Piera, Paco Roca, Joan Francesc Mira o Teresa Pascual.   

Es habitual que se vuelquen los esfuerzos en exportar determinados atractivos dirigidos a incentivar el turismo, como las playas y la gastronomía, y no tanto aspectos culturales y literarios. Sin embargo, hay instituciones que lo hacen. ¿Cree que se cuida la cultura propia y se apoya lo suficiente?

Hasta hace unos años era así, un paisaje de playa y de paellas. Pero las cosas están cambiando y las instituciones en Valencia se están dando cuenta de que no hay mayor forma de exportar una marca que a través de la cultura. Y al revés también: generar un impacto económico desde la cultura es, para un territorio, el más grande de los lujos a largo plazo. Eso es lo que construye la narrativa de una ciudad y el mejor turismo al que puede aspirar. Valencia está viviendo un momento de gran efervescencia: tiene unos equipamientos culturales de primera magnitud, como el Centre del Carme o el IVAM, un circuito teatral y musical como nunca, festivales como la Poefesta y una musculatura envidiable en su red de librerías y editoriales.

Aunque es verdad que muchas de las iniciativas culturales que funcionan y arrastran un nombre importante de público han nacido de los márgenes, sin implicaciones institucionales. Hace casi veinte años creamos la Poefesta, un festival de poesía por el que han pasado los poetas más importantes de Europa en diferentes lenguas y al que cada año acuden casi mil personas de público. Al principio, sin apoyo institucional. Pero el éxito viene también cuando, sin perder la esencia y la libertad, las instituciones hacen suyos esos proyectos. La cultura nunca se apoya lo suficiente. Hay mucho camino para recorrer, pero si miramos retrospectivamente el paisaje, tenemos motivos para ser optimistas. Es cierto que nunca hemos estado tan bien como ahora, pero al mismo tiempo me resisto a pensar que esta es la mejor situación a la que podemos aspirar.  

¿Qué aspectos de la literatura valenciana llegan más lejos porque tienen más facilidad para ser bien recibidos?

Valencia está viviendo el fenómeno de la novela gráfica, con artistas como Cristina Durán o Paco Roca, que tienen una recepción increíble en el extranjero. Aquí, la lengua no es un obstáculo. El éxito de una buena recepción pasa, muchas veces, por la traducción. Cuando vas a un festival internacional nadie te pregunta por qué escribes en tu lengua, y eso es el éxito: hacer hablar de tú a tú a los escritores de diferentes lenguas y a un mismo nivel.  

¿Cómo puede la Feria del Libro de Fráncfort ayudar a superar la barrera de la diferencia idiomática que impide la comprensión entre los pueblos y trabajar para difundir la literatura catalana en otras lenguas?

Fráncfort es una oportunidad. Más allá de la propia Feria y del programa oficial de autores invitados, están las acciones paralelas, que son tan o más importantes, como la propia programación, como el apoyo a la traducción de obras al alemán o las residencias de traducción. Y eso es un recorrido a largo plazo. Cuando en 2007 la cultura catalana fue la invitada, marcó un antes y un después en la recepción y en la presencia de los autores catalanes en Alemania y tuvo sus efectos. Pienso, por ejemplo, en los lectores que conquistó la obra de Jaume Cabré. La Feria de Fráncfort es una cita de enorme repercusión, pero el trabajo paralelo que se está haciendo y los frutos que vendrán, aunque no son tan visibles ahora mismo y es un trabajo de fondo, es importantísimo, porque es lo que realmente quedará. Pasarán los años y serán otros los países invitados, pero si estos cimientos están construidos, habrá continuidad por mucho tiempo. 

¿Existe un puente entre las letras valencianas y las alemanas? 

Hay buenos traductores alemanes y hay profesores y profesoras valencianos en universidades alemanas. Se nos presenta con Fráncfort un reto: este año se invita a un país con todas sus manifestaciones lingüísticas, y eso es una oportunidad inmensa para construir esos puentes. 

El poeta Francisco Brines, primer escritor valenciano en recibir el Premio Cervantes, quería que su legado y su obra permanecieran en el tiempo y para ello dio forma a la fundación que lleva su nombre y que tú encabezas como directora. ¿Cómo va esa tarea?El sueño de Brines era que el conjunto patrimonial literario, arquitectónico y paisajístico de l’Elca quedara intacto. L’Elca, la casa que conoció el poeta en todas sus edades y actual sede de la fundación, contiene una de las bibliotecas privadas más importantes del país, una colección pictórica impresionante y unos espacios que permiten entender toda la poesía de Brines. Ahora hemos empezado a hacer actividades literarias que están teniendo muy buena recepción, dentro de unos meses se abrirá la casa para realizar visitas, estamos trabajando con un proyecto en las escuelas para acercar el género poético a los más pequeños a través de una ruta por l’Elca y se ha convocado la segunda edición de los premios literarios que llevan su nombre. Estamos en el proceso de declaración de l’Elca como BIC, y eso es muy importante para salvaguardar y garantizar, también desde las instituciones, este territorio como uno de los paisajes escritos más importantes de la poesía castellana. Brines nos dejó un espacio maravilloso que resume su esencia, su poesía y su paso por la vida, y nuestra responsabilidad además de protegerlo, es hacer de ese espacio un referente cultural.