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Editores de mesa: los directores de orquesta

Cuando el escritor entrega su manuscrito a la editorial, no todo está hecho ya. Más bien, llega entonces el momento de “remangarse”, como dice la directora de Tránsito, Sol Salama, para entrar en faena y “meterle mano al texto”. Ella, como Ester Sánchez de Pintar-Pintar o Trinidad Ruiz Marcellán de Olifante son editoras de mesa. Es decir, son las encargadas de ejecutar los cambios, llevar a cabo el trabajo de edición y a veces también la corrección de estilo. 

En palabras de Sánchez, su papel es más parecido al de una “directora de orquesta” donde el escritor hace las veces de solista. Ellos adquieren “todo el protagonismo, pero precisamente por eso, necesitan de alguien más, en segundo plano, que aporte una visión de conjunto –explica–. Nunca sonará la partitura igual, ya no solo ‘tocando’ con unos solistas u otros, sino bajo una u otra batuta”, describe la editora de Pintar-Pintar. Hablamos con las tres sobre este trabajo más “artesanal”, según cuenta Ruiz Marcellán, sin el que el lector perdería parte importante del libro.

Trinidad Ruíz Marcellán. Foto de Demián Ortiz
Retrato fotográfico de la editora de Olifante Ediciones y poeta Trinidad Ruíz Marcellán realizado por el fotógrafo Demian Ortiz.

Empezando por su definición. Al contrario que la palabra “más amplia” de ‘editora’ o ‘editor’ que “suele hacer referencia a quien diseña el catálogo de un sello, piensa  y establece la programación y, en muchos casos, quien también negocia las ofertas económicas”, esta figura, matiza Salama, “suele trabajar codo con codo con los autores en transformar y pulir el manuscrito”.

“El trabajo del editor artesanal consiste en ‘ encontrar’ a poetas españoles o extranjeros, conocidos o no, que sean relevantes y de interés dentro de la poesía útil, intelectual, creativa, emocional”, explica Ruiz Marcellán ateniéndose a su caso particular, al frente de la editorial Olifante de poesía. Además, añade un matiz, común a estas tres profesionales: “El pequeño editor o el editor de mesa edita únicamente pensando en la calidad y originalidad, en lugar de pensar en el mercado de ventas como puede ser el editor general”. 

La belleza del día a día

Pero, ¿en qué consiste el día a día de estas tres editoras tan diferentes? Para Salama, “es una de las partes más bonitas” del oficio. “En mi caso –dice– lo he podido desarrollar con obras inéditas de autoras españolas y con algunas latinoamericanas”. Creadora de Tránsito, una editorial madrileña que busca visibilizar a autoras mujeres, cita como ejemplo a la escritora de Yo, mentira, Silvia Hidalgo, con quien trabajó por Zoom durante la pandemia. “Nos centramos en que los personajes se visualizaran mejor y en el menos es más”, recuerda. O a la escritora de Basura, la mexicana Sylvia Aguilar Zéleny con quien ha publicado hace poco este mismo título. “En este caso cogimos sobre todo una de las historias de las tres que se van entrelazando para hacer el personaje más contundente, y pulimos la oralidad del lenguaje”, comparte.

Aún con todo, “lo más complejo es el comienzo: detectar qué sobra, qué podría mejorar, qué no funciona, y saber ponerle remedio –puntualiza Salama–. El trabajo de edición es muy satisfactorio, pero también un gran reto. Se puede tocar mucho un libro y no llegar al manuscrito deseado. Yo dedico todo lo que pida el texto, aunque sea necesario jugar con los calendarios”.

Sol Salama. Foto de Jacqueline Larse

En Pintar-Pintar, por su parte, “cada título es fruto de un cuidado trabajo entre los autores de textos e ilustraciones y mi dirección –resume Sánchez–. Partiendo siempre del texto seleccionado, organizo cada edición: doy formato, pagino, diseño, maqueto, selecciono ilustrador o ilustradora y llevo la dirección de arte. Además preparo las ediciones digitales, muchas de ellas con contenidos multimedia”. 

La suya es una pequeña editorial asturiana que publica álbumes infantiles ilustrados en castellano y en asturiano. “En nuestro caso –desarrolla– es un proceso muy cercano y ‘casero’. Tanto que depende claramente de las circunstancias vitales en las que nos encontremos, como todo en la vida. No es nada ‘objetivo’, cada título es el reflejo de un momento de nuestras vidas, de las de todos por las que pasa en su proceso de edición. Sí, ya sé que hay que atender criterios de venta, modas y demás… pero en su justa medida. A fin de cuentas creo que a la mayoría de los pequeños editores, nos «mueven» otras cosas. Y así, poquito a poco, pasan los años, que podemos titular o enumerar en libros”, se sincera. 

Con respecto a la ilustración, tan relevante en los libros infantiles, Sánchez explica que, aunque como ilustradora –ella misma estudió Historia del Arte y pasó por la Escuela de Arte de Oviedo–, respeta mucho el proceso creativo de cada profesional, también intenta “tirar de cada ilustrador hasta su mejor yo, uno que quizás él o ella no ven, pero desde fuera, como ‘directora de orquesta’, atisbo claramente”, explica. 

La perfección de la poesía

Ahora bien, en el caso de la poesía, la cosa varía ligeramente, como nos cuenta Ruiz Marcellán. En primer lugar se realiza la lectura de manuscritos con el poeta, si está vivo, o con la persona responsable representante del autor, si no lo está, con quien se gestiona formalmente la publicación. Es decir, “se distribuye con distribuidor nacional, se presenta el libro en diferentes medios, librerías, salas, ferias, congresos, festivales… La edición de poesía, al ser de menos páginas que un libro de prosa, en general, se cuida formalmente al extremo”, afirma, con especial atención, por ejemplo, a las “erratas, espacios, tipos y cuerpos de letras, color o textura de los papeles”. 

En cuanto al tiempo que le lleva editar un libro, cuenta que “desde que entra  en imprenta hasta que aparece el libro suelen pasar dos meses, pues se corrigen permanentemente galeradas y pruebas hasta que el libro termina su proceso de edición. A cada libro se le suele dedicar tres meses, desde su lectura, corrección, pruebas, encuadernación y retractilados”.

Pero sobre todo, tercia Ruiz Marcellán, es necesario prestar atención y cuidar cada fase de la edición de un libro. “Para alcanzar la perfección en los libros de poesía hace falta un amor extraordinario a la palabra poética –señala–, rigor en todo el proceso de edición, correcciones permanentemente hasta que veamos al libro editado. Necesita mimo y cuidado exclusivo. Sin esa atención, el libro y su edición podría ser un desastre. Interesa fundamentalmente el fondo, contenido y mensaje del libro, pero también es necesario el cuidado de la forma en la publicación, su estética, que se consigue con un exhaustivo trabajo en su proceso editorial”.

Luz, creatividad y libertad

En el caso de las tres, además de directoras de orquesta, son, en parte, las hadas madrinas. Ellas le ponen el vestido y el carruaje al texto antes de presentarlo en un baile. Esta magia, comparte Salama, se consigue solo “con un gran equipo humano. La persona que edita y corrige, en mi caso yo, la persona que maqueta: en nuestro caso, Donna. Con mimo y esfuerzo, con corrección, sabiendo dejar fuera lo que no suma”, argumenta. 

“Creo que de lo más útil es recomendar lecturas para que quien escribe se fije en las cosas que tiene que pulir, animar a dejar reposar el texto y que eso no cause ansiedad sino que ayude en la mirada –aconseja como fórmula para mejorar la calidad de un manuscrito–. Y también en hacer más contundente y preciso el mensaje, o trabajar profundizando las atmósferas –los olores, las texturas– es algo que me encanta”.

Ester Sánchez

Por su parte, Sánchez se pone en el lugar de sus ilustradores. “Sé que al principio, hasta que sale todo, les cuesta y están dándole vueltas. Van con miedo y en ocasiones buscan y buscan… Cuando muchas veces lo tienen delante y simplemente no lo ven. Entonces les comento que no les he llamado por nada diferente a lo que son ni lo que hacen, que tienen que dejar salir sin miedo lo que llevan dentro. Y en cuanto les das un poco de tranquilidad y libertad, sale todo. Entonces, mis indicaciones tan solo son cuestiones técnicas que me proporcionan el hecho de tener unos cuantos libros a la espalda. Siempre buscando el mejor brillo de los autores. Siempre buscando luz”, remata.

Cada una con sus particularidades, confiesa Ruiz Marcellán que a ella lo que le interesa es “editar y difundir obra poética interesante, novedosa con el deseo de aportar nuevas formas de ideas para transformar el mundo desde la palabra de música que es la poesía. Una forma intelectual, cultural y emocional de resistencia en esta vida convulsa que nos está tocando vivir”. En eso, coincide con Sánchez que asume el ejercicio de su profesión como “la libertad y el reto” de ver hasta dónde puede llegar. “La edición es el medio que siempre me ha acompañado y con ella quisiera incidir en los más pequeños, en la infancia. Lo necesitan hoy más que nunca. Necesitan introspección, ilusión, sensibilidad… y libertad”.