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Elisabeth Pérez Fernández, secretaria y portavoz de la Federación deAsociaciones de Ilustradores Profesionales (FADIP)

“Las imágenes por sí solas son tan imprescindibles para el libro como las palabras a la hora de transmitir un mensaje”

Elisabeth Pérez Fernández es ilustradora, editora, dibujante, creadora audiovisual y gráfica… Estudió Bellas Artes, cine, animación, escenografía, diseño de exposiciones y es responsable del área internacional de Euskal Irudigileak, la Asociación Profesional de Ilustradores de Euskadi, el colectivo que aglutina desde el año 2003 a todos aquellos ilustradores interesados en la defensa común de sus derechos profesionales. Junto con las asociaciones de de CataluñaGaliciaMadridValencia conforman FADIP, la entidad que agrupa a las asociaciones de ilustradores profesionales del estado español de la que Pérez es secretaria y portavoz. 

¿Cuál es la misión de la Federación de Asociaciones de Ilustradores Profesionales?

En mi opinión, la mayor misión de FADIP es la representación del sector profesional de la ilustración. Dentro se incluyen no solo ilustradores/as del campo del libro sino también de prensa, murales, comunicación, efectos especiales, animación, packaging y pattern design, graphic recording, videojuegos… Hoy en día la ilustración se aplica a un montón de industrias diferentes, y todos/as esos/as profesionales deberían poder encontrar en la federación un refugio a la hora de resolver dudas o simplemente compañeros/as con los que compartir experiencia o unir fuerzas para mejorar nuestras condiciones laborales. La federación se compone de cinco asociaciones profesionales de cinco comunidades autónomas distintas: AGPI (Galicia), APIM (Madrid), APIV (Valencia), APIC (Cataluña), y a la que yo pertenezco, Euskal Irudigileak (Euskadi). Al igual que cuando el Gobierno Vasco o agentes a nivel autonómico nos consultan dudas o se necesita contar con los ilustradores/as de Euskadi para algún proyecto, Euskal Irudigileak ejerce de interlocutor, FADIP hace lo mismo con el Gobierno estatal y otros agentes, representando a las personas ilustradoras de todos los territorios del país. También se ocupa de labores como participar en mesas de trabajo o de lanzar propuestas dentro de proyectos tan necesarios como es el Estatuto del Creador. 

FADIP históricamente ha desarrollado muchos proyectos interesantes como El Libro Blanco de la Ilustración, y es miembro del EIF, el Foro Europeo de Ilustración, donde compartimos realidades con otras asociaciones de una veintena de países europeos, e intentamos nutrirnos de ellas para avanzar en nuestro entorno.

¿Se conoce lo suficiente el estrecho vínculo que existe entre la ilustración y el mundo editorial o hay que darle mayor visibilidad?

No sé si diría que es una “relación”, hablaría directamente de que es su contenido. Hace tiempo se consideraba la ilustración como algo meramente decorativo y ha costado mucho conseguir que se denomine autor y autora a la persona encargada de ilustrar un libro. Hoy en día las cosas han cambiado tanto que se ha disparado el mercado de los silent books y ya es bastante obvio que las imágenes por sí solas son tan imprescindibles para el libro como lo son las palabras a la hora de transmitir un mensaje. Igualmente, en nuestro país aún quedan resquicios de esa época anterior que hay que ir limando para conseguir el respeto que merece nuestra profesión. En cambio, a la hora de visibilizar un proyecto editorial siempre se recurre a la ilustración y a la fotografía, para carteles, para comunicación, para las portadas de los libros… Con lo cual, creo que es obvio que más que tener un estrecho vínculo, para el sector editorial somos realmente necesarios/as.

La federación se compone de cinco asociaciones profesionales de cinco comunidades autónomas distintas: AGPI (Galicia), APIM (Madrid), APIV (Valencia), APIC (Cataluña), y a la que yo pertenezco, Euskal Irudigileak (Euskadi).

¿La ilustración, como lenguaje y pilar cultural, necesita cierto apoyo? Desde luego que sí. Siempre nos pasa que la ilustración está rozando la línea del arte, y eso hace que nos encontremos muchas veces sin cabida en numerosas ayudas o llamadas a proyectos, becas artísticas etc. Es cierto que los ilustradores/as aplicamos nuestras imágenes a proyectos muchas veces para clientes más allá de crear nuestra propia obra, pero los procesos creativos que conlleva la ilustración son similares a los de quien se dedica a la pintura, a la escultura, al cine… Yo creo que siempre hay una búsqueda personal a nivel simbólico, cromático, técnico y formal y nos toca experimentar constantemente para dar con nuestro propio lenguaje sin quedarnos estancados/as en lo que ya sabemos hacer. Y eso deberíamos poder sostenerlo con la ayuda de las instituciones. Los libros son las primeras piezas artísticas que posee un niño o niña, la ilustración le transmite los primeros mensajes antes de aprender a leer, y es un formato que no necesita electricidad, que lleva con nosotros/as miles y miles de años. Los contenidos de esos libros deberían cuidarse más, pues los libros son para siempre, y son la referencia de cómo es y fue cada generación. Para ser fieles a nuestra época deberíamos poder contar con el tiempo suficiente como para crear buenos libros y, hoy en día, con la fragilidad del sector editorial y los adelantos tan pequeños que recibe quien ilustra, es insostenible poder dedicarse solamente a hacer libros a no ser que se creen de manera muy veloz.

Así que creo que por supuesto, necesitamos apoyo. Cuanto mejor es la obra creada, mejor se vende, y así ganamos todos los engranajes del libro desde los autores/as, a las editoriales y a las librerías.

¿Cuáles son los principales retos a los que os enfrentáis en la era digital?

Creo que con los costes actuales del papel y la importancia que durante la pandemia se le ha dado a la digitalización, el principal reto es seguir publicando de forma material. Yo creo que las redes sociales e Internet nos han favorecido, pero también dañado mucho. No solo por los abusos en la descarga y el uso de las imágenes,sino también por la pérdida de control y desprotección.

Yo creo en la figura del ilustrador o ilustradora ermitaña que se aísla un poco para trabajar y encontrarse a sí misma… y con las redes eso es muy complicado. Vivimos atiborrados/as a imágenes y es complicado que de ese exceso de visión, de lo que se hace en el momento salgan cosas puras. Creo que el mayor reto es ese, conseguir crear libros en papel de esos que, aunque pasen décadas, mires orgullosa porque sabes que los hiciste muy desde dentro.

¿Cómo de exportable es el talento español en el sector de la ilustración? 

Esta pregunta es complicada y me gustaría que la respondiese algún compañero/a de la junta de FADIP (risas), pero supongo que sí es exportable porque la calidad es alta. Hay muchísima gente muy buena. Yo conozco, sobre todo, lo que se hace en Euskadi, y en los últimos años hemos visto una evolución enorme. También es cierto, que las ofertas educativas en nuestro campo han mejorado. En mi asociación, Euskal Irudigileak, desde 2017 organizamos en Vitoria-Gasteiz un encuentro profesional internacional de ilustración llamado Irudika, al que cada año vienen ilustradores/as de todo el país. Allí se encuentran con ponentes de tres países invitados y agentes de todo el mundo con los que tienen citas profesionales, además de conferencias, talleres, networking… Hemos tenido feedback de editoriales, festivales y directores/as de arte de Corea del Sur, Argentina, Suiza, Brasil, Italia, Reino Unido, Portugal, Uruguay, Chile… Siempre nos comentan lo asombrados/as que quedan y al poco tiempo surgen proyectos.

Cada vez hay más ilustradores/as que colaboran con los mejores medios impresos y digitales de otros países y las editoriales de álbum ilustrado con más premios suelen contar siempre con algún ilustrador de nuestro estado en su catálogo. Así que, sin creérnoslo demasiado, sí pienso que lo que se está haciendo aquí tiene un nivel muy alto.

¿Qué puede suponer para su sector el hecho de que España sea el Invitado de Honor en la Feria del Libro de Fráncfort este año?

Espero que esa mirada del mundo hacia lo que aquí se hace se aproveche para que mis compañeros/as y yo tengamos más oportunidades. Que, tras la curiosidad, llegue un descubrimiento por parte de editoriales que quieran trabajar con ilustradores/as que han expuesto su trabajo en la feria, ya sea por medio de nuestra exposición o charla, como por el simple hecho de tener su libro en una estantería más apetitosa que otros años, dentro de un stand más cuidado o de un pabellón mejor decorado.

Las editoriales españolas empezaron comprando derechos en el extranjero, pero parece que hoy existe una clara tendencia a apostar por la producción propia…

Creo que el hecho de comprar derechos fuera por parte de las editoriales puede deberse, en parte, a que existen muchas ayudas lanzadas desde los propios países extranjeros para editar libros de sus autores/as. Algo muy bueno que lleva ocurriendo aquí desde hace un par de años son las ayudas que Acción Cultural Española sacó para la traducción de libros ilustrados. Esto incentiva la compra de derechos de autores/as estatales por parte de editoriales extranjeras. Esas ayudas habría que mantenerlas e incluso ampliar el abanico de países que pueden optar a ellas. También tendría que haber algún incentivo para que a las editoriales de aquí les salga más rentable editar a un autor/a autóctono/a que a alguien de fuera. Pero, por otro lado, veo muy necesario que convivan las dos cosas, los traductores/as tienen que poder trabajar, y además creo que poder consumir obras maravillosas de autores/as extranjeros en lenguas minoritarias como el euskera o el gallego, por ejemplo, es algo precioso. 

Pero lo que veo que es tendencia la cantidad de pequeños sellos editoriales que surgen de la autoedición en muchos casos, o de la publicación de los proyectos que conocen de personas cercanas, que editan cocinando lento y mano a mano conversando mucho con sus autores/as. Creo que esas pequeñas editoriales son las que salvan la producción autóctona y habría que ponerla en valor y crear ayudas específicas a su medida. Editoriales pequeñas como Media Vaca han conseguido los mayores premios al mérito editorial a nivel nacional e internacional y deben de ser un ejemplo para todo aquel que se dedica a crear libros.