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Los secretos de las bibliotecas: un viaje al hogar (público) de los libros

“No podía ir a la universidad, así que fui a la biblioteca tres días a la semana durante 10 años”, afirmó en una ocasión el escritor de ciencia ficción Ray Bradbury, firme defensor de estos depósitos de magia e ilusión. Custodios de libros desde la remota Antigüedad, hoy las bibliotecas se han transformado en mucho más que aquellos lugares fascinantes que atesoraban manuscritos. La definición más actual la dio, tal vez, Arturo Pérez-Reverte cuando afirmó que no son “un conjunto de libros, sino una compañía, un refugio y un proyecto de vida”. 

Biblioteca Pública de Guadalajara

Al frente de la Biblioteca Pública de Guadalajara desde hace ocho años, Jorge Gómez González rehúye, sin embargo, la visión romántica del oficio. “Por supuesto que los libros y la promoción de la lectura conforman una parte muy importante de nuestro trabajo –sostiene–. Nos encantan los libros. Pero nuestra profesión se ha abierto también a otros campos como la tecnología, la información y la promoción cultural, desde una perspectiva más amplia que la que tiene únicamente que ver con la lectura, pues hacemos un trabajo social y comunitario muy importante. La idea de la biblioteca como lugar social de encuentro es trascendental y necesaria. Creo que por eso los bibliotecarios trabajamos mucho en favor de los libros, pero poniendo el foco en las personas”. 

Y es que, como puntualiza Jesús Torres Junquera, director de la Biblioteca Pública Ánxel Casal de Santiago, su labor va más allá de meros custodios: “El bibliotecario actual debe ser, además, un proveedor de recursos de formación, información, cultura y ocio, construyendo una comunidad en torno a un espacio accesible a toda la comunidad en igualdad de condiciones, integrador, gratuito y libre”. Cometido que se traduce en una serie de quehaceres. “Nuestro equipo es muy amplio y nos repartimos todo tipo de actividades como el proceso técnico de los fondos, la atención al público y el préstamo, la programación de actividades, la gestión económica y de recursos humanos, la planificación y el diseño de nuevos servicios, etc.”, enumera.

Biblioteca Pública Ánxel Casal

Un engranaje complejo

Una actividad que comienza mucho antes de que, desde primera hora de la mañana hasta la noche, se abran y cierren sus puertas. “Muchas veces no se es consciente de toda la gente que hay detrás trabajando –explica el director de la Biblioteca Pública de Valencia, Romà Seguí i Francès–. Aquí se abre el centro a las 5:45, y entran seis o siete personas del servicio de limpieza a limpiarlo, porque a las 9:00 tiene que estar abierto. Esto implica también que cada dos horas se tienen que limpiar los cuartos de baño. De la gente de la limpieza nadie habla. Pero si no estuvieran ellos o el personal de seguridad, esto no estaría abierto. Es un engranaje lo suficientemente amplio y complejo como para que veamos muchas más cosas que el oficio en sí. Que haya una persona seleccionando material es una cosa, pero también hay gente que está limpiando, que está colocando los libros en su sitio, que está haciendo una faena que parece que no existe, pero que es fundamental”, reivindica.

Biblioteca Pública de Valencia

Situada en el centro de Valencia, con una afluencia de 1.500 personas diarias, el día a día, explica su director, consiste en ir solucionando todos los problemas que se vayan generando, si hay actividades o si surge cualquier contratiempo. “Esta biblioteca está muy bien conectada con la red de metro y de autobuses, con lo cual los usuarios que vienen aquí no son específicamente los del barrio, sino los que abarca toda el área metropolitana, a todos los niveles. Somos la biblioteca pública que más fondos tiene en la ciudad de Valencia y eso nos hace generar una serie de historias diferentes”. 

Al frente del lugar desde hace 5 o 6 años, Seguí i Francès hace hincapié, además, en la disparidad de edades y de usos que se le pueden dar a una biblioteca pública, lo que la convierte en una institución particular de gestionar. “Tenemos un espectro de usuarios muy diferente según la época en la que se utilice. Acogemos desde actividades culturales y cuentacuentos a talleres de música clásica, de cine… cabe todo. Desde gente que se conecta en los ordenadores para consultar internet, a gente interesada en escuchar ópera, que viene a estudiar o simplemente a leer”. Eso sí, subraya sin olvidar nunca el lado más personal, “las actividades generan vínculos de amistades y afinidades”.

Una atmósfera especial

Así, en medio de toda esta actividad, un ejemplo son los clubes de lectura, aporta Gómez González. “La Biblioteca de Guadalajara es la biblioteca de España que más tiene –defiende–. Entre talleres y grupos de lectura están funcionando 48 colectivos este año. Allí los libros están en el centro de la conversación, pero eso no sería posible sin todos los coordinadores que dan su tiempo voluntariamente, o sin los cientos de personas que participan cada año. Ahí el papel de los bibliotecarios no es tanto el de lectores o divulgadores de libros –algo que también se hace durante el proceso–, sino más bien el de organizadores o mediadores, creando el clima necesario para que todo esto pueda suceder”, sostiene.

Es difícil que en medio de tanto trajín, entre actividades y usuarios tan dispares, no se sucedan situaciones sorprendentes como “la de un usuario que entró a la zona de internet con un pájaro domesticado sobre su hombro para buscar información de cómo debía alimentarlo”, recuerda Torres Junquera. Una atmósfera especial que en el caso de la Biblioteca de Guadalajara, ubicada en un palacio renacentista, se hace más evidente hasta el punto de que “no es extraño que cuando la gente la visita se encuentre con alguien que espontáneamente está tocando el piano”, afirma, por su parte, su director. 

Historias como la de la última Noche Mágica, recuerda precisamente Gómez González, “una actividad en la que invitamos a 50 niños y niñas acompañados de un adulto a pasar la noche en la biblioteca. Mientras pasean a oscuras, en grupos, iluminados con sus linternas, van visitando a los personajes de los cuentos, que a esa hora han salido de los libros. En ese contexto, mientras íbamos por un pasillo, un niño de unos 8 años se me acercó y me dijo susurrando muy solemnemente: ‘Creo que es la mejor noche de mi vida’”.

Los libros, el centro de todo

Pero, más allá de estas historias, ninguno de los tres se olvida de los protagonistas inevitables de las bibliotecas: los libros. “Nuestra colección tiene más de 150.000 ejemplares y nos preocupamos por formar una buena colección de libros, revistas, audiovisuales, libros electrónicos, juegos de videoconsola, juegos de mesa, etc. –explica Torres Junquera–. Para que la colección sea pertinente, tenemos que expurgar algunos fondos cuando su estado físico no es oportuno o su contenido se vuelve obsoleto o poco interesante. Para ello utilizamos los criterios adecuados para cada tipología”.

Concretamente, señala Gómez Gónzalez, “la biblioteca cuenta con un presupuesto estable para la compra de libros, por lo que se renuevan constantemente. Por una parte, exhibimos las novedades y, por otra, elaboramos selecciones de libros en torno a temas muy diversos, invitando a los usuarios a acercarse a nuevos autores o cuestiones sociales, recuperando clásicos o descubriendo otros libros más desconocidos. También ofrecemos libros electrónicos a través de la plataforma eBiblio”. 

Mientras que en Valencia, “hay algunas donaciones que provienen de colectivos concretos, pero normalmente los compramos en varias librerías –en torno a diez establecimientos– que son cercanas a la biblioteca”. Los criterios a la hora de adquirir nuevos libros son dispares. “Hay una persona en cada una de las salas controlando qué se necesita en cada momento”, cuenta Seguí i Francès. Pueden ser novedades pero también reposiciones de libros que se han deteriorado por el uso, de mano en mano, y están en mal estado. “Esas dos opciones se combinan con otra que se llama desiderata, es decir, cualquier persona que sea de la biblioteca puede solicitar que se compre un libro determinado, eso se estudia, se considera si son o no relevantes para la biblioteca y, dado el caso, se compra. Normalmente gastamos como unos 50.000 euros todos los años en comprar libros, DVDs y otro tipo de material, pero sobre todo libros”, comparte.

La otra cara de la moneda, los libros en mal estado, se desechan. “Es lo que los bibliotecarios llamamos expurgo y es necesario para que la colección que ofrecemos realmente esté actualizada –añade Gómez González–. Pero siempre intentamos dar una perspectiva social a todo lo que hacemos. Por ejemplo, con los libros que los usuarios nos donan y que no sirven para la biblioteca, organizamos mercadillos solidarios, de forma que se venden a un precio simbólico y lo recaudado se entrega íntegramente a una ONG”.

Un balance satisfactorio

Cuando se apaga la luz al terminar el día, cada cual destaca algo de esa profesión a la que han llegado por pura vocación. Así, Torres Junquera, remacha que desarrollar todas sus funciones es algo “plenamente satisfactorio” para él. “Si alguna vez me llevo alguna decepción es cuando hacemos el esfuerzo de programar actividades que nos parecen las indicadas y no tienen la respuesta que esperábamos de nuestros usuarios y usuarias. Por fortuna, sucede en pocas ocasiones”.

Seguí i Francès, por su parte, destaca todo ese trabajo que hay detrás y que no se aprecia al recibir un préstamo de un libro. “Cuando estás en una dirección de un centro como este que tiene unos 3.500 metros cuadrados, en realidad, a lo que es ser bibliotecario te dedicas poco. Más bien te dedicas a la gestión del edificio o del personal, pequeños detalles imprescindibles. Ahora que estamos tan enloquecidos con la factura eléctrica, un centro como este consume muchísima luz –la gente se olvida de que la biblioteca utiliza luz, climatización, etc.–. No es que haya bajado la factura, porque eso es imposible, lo que sí hemos logrado es conseguir un ahorro energético de más de un 30%. Esto es muy poco bibliotecario, pero yo estoy muy contento”, celebra el director de la entidad, no sin razones.

Gómez González destaca, por su parte, el placer de un oficio del que se “enamoró” cuando entró a trabajar en la Biblioteca de Castilla-La Mancha y descubrió “una vocación que no sabía que tenía”. El actual director de la Biblioteca de Guadalajara destaca de la profesión “el trabajo en equipo con personas con las que compartes la ilusión por poner proyectos culturales en marcha y llevar a cabo ideas a veces disparatadas”. Y concluye que “este trabajo diario con compañeros y compañeras es muy difícil por las dificultades a las que nos enfrentamos, pero también es maravilloso cuando se van viendo los resultados. Por otro lado, está el reconocimiento por parte de los ciudadanos. La sensación de que de alguna manera estamos aportando algo para construir una sociedad mejor”, concluye.