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Quijotes de papel: ha nacido una editorial

En un mercado copado por dos grandes sellos editoriales, ellas son el Quijote luchando contra molinos. Editoriales como Las afueras, Firmamento, Tránsito o Barbarie, con un recorrido de menos de cinco años de trayectoria, son la prueba evidente de que todavía hay espacio para otras alternativas, otras miradas y otras literaturas en nuestro país, y de que, por qué no, nunca es tarde cuando el libro es bueno. Pequeñas, sin recursos y sin respaldo, reman contra viento y marea. Pero, ¿todavía es posible irrumpir en el saturado mundo de la edición española?

Recién aterrizada en el océano editorial, Barbarie da sus primeros pasos con su novela debut, 259 saltos, uno inmortal de la argentina Alicia Kozameh, que acaba de lanzar al mercado. Aunque cuenta con su propia red de apoyo, esta “microeditorial”, con una sola empleada, nace con el deseo de “presentar a los lectores valientes —dispuestos a dialogar y a disentir con el otro— libros de gran calidad literaria y enunciados por voces que habitan los márgenes”, cuenta su editora, Sonia López. “Nos llamamos Barbarie, por un lado, para dejar en evidencia el rechazo con el que hemos nombrado al otro, al bárbaro o ‘al que apenas balbucea nuestro idioma’. Y, por otro, para reafirmarnos en la identidad del subalterno, del de afuera. Es momento de acercarnos al otro, al diferente y de aprender a convivir con las realidades que atraviesan a los demás”, comparte.

Concebida como un proyecto que “va más allá de una empresa que publica libros”, Barbarie editora se presenta con la intención de rescatar textos de escritoras inéditas, descatalogadas, olvidadas o invisibilizadas, a la par que como “una oportunidad para nuevas voces que aporten nuevos prismas desde los que reflexionar nuestro tiempo”. 

Su interés por publicar a escritoras lo comparte con la editorial Tránsito. Creada en 2018, su editora, Sol Salama, la fundó en un momento personal complicado. “Necesitaba volcarme en algo que me exigiese mucha atención y pasión, y es así como nació Tránsito, que empezó publicando La azotea, de Fernanda Trías”, comparte su directora, que por aquel entonces estaba atravesando un duelo difícil.

De escritores a editores

Desde el principio, y así ha seguido en estos cuatro años, Tránsito “buscaba publicar a mujeres y encontrar historias que visibilicen temas que nos atañen a todos y que están muy escondidos debajo de la alfombra, o que se han narrado históricamente desde la perspectiva masculina, como la salud mental, el aborto o la sexualidad”, tercia la editora.

Por su parte, María Alcantarilla y Javier Vela, escritores de profesión, conocían el sector desde dentro cuando en 2020 iniciaron los trámites para constituir la editorial Firmamento, que finalmente inició su andadura en la primavera de 2021. “Tanto María como yo somos esencialmente escritores —cuenta Vela—. Cuando llegó la pandemia, encontramos el tiempo suficiente para madurar un proyecto con el que llevábamos años fabulando, y que consume, de hecho, buena parte de nuestra fuerza creativa”. 

A ellos, les movía el entusiasmo de recobrar este oficio. “Nos seducen los libros que ofrecen perspectivas no ortodoxas desde las que observar la realidad, aunque eso no signifique en ningún caso que busquemos textos extravagantes ni pretendidamente «originales». Para nosotros, no existe una frontera definida entre lo clásico y lo contemporáneo; se trata de una falsa dicotomía que no conviene aceptar sin más», explica el poeta y narrador. 

«Nuestra intención es visibilizar la tradición no canónica de la literatura europea e hispanoamericana con la publicación de ciertas obras de marcado carácter literario que no han tenido hasta ahora el espacio que merecían, permaneciendo en muchos casos inéditas y, en otros, incomprensiblemente desatendidas. Nos gustaría crear una agenda complementaria y restaurar un acervo que se ha vuelto casi invisible bajo la tiranía del sencillismo y la edición comercial”, comparte Vela. 

Colarse entre los grandes grupos

También al frente de otra editorial relativamente reciente, Las afueras, se encuentra un liderazgo bicéfalo. Magda Anglès y Francisco Llorca son los editores de este proyecto que surgió en 2017. “Nos dedicábamos al mundo del libro desde diferentes lugares y, en un momento, comenzamos a cartografiar nuestras derivas urbanas y lecturas estableciendo ciertos paralelismos entre ambas –comparten–. Poco a poco comenzamos a explorar esa idea de la literatura como espacio y la lectura como indagación de sus límites y, a partir de ahí, la cosa fue creciendo… pero todo esto comenzó como un juego entre dos personas que aman leer y pasear y que, de una forma natural, evolucionó hacia una editorial”.

Con una vocación evidente, cabe preguntarse si es posible, no obstante, encontrar un hueco entre los dos grandes grupos editoriales que acaparan casi todo el mercado español. Para Llorca siempre hay “bastante intersticios” por los que las editoriales más pequeñas pueden colarse. “En este sentido me acuerdo del Teorema de los Huecos de Paco Puche basada en las ideas de José Luis Sampedro, según la cual, cuanto más grandes sean las esferas, más huecos dejan entre ellas, lo cual ofrecía ciertas oportunidades a los pequeños editores frente a las multinacionales”, razona.

También positiva se muestra la editora de Barbarie. “Nosotras vemos el sector editorial como un campo vastísimo que está atravesado por dos grandes líneas rectas, que serían los dos grupos que hay en España. Son como si fueran dos autopistas que tienen enormes presupuestos y objetivos de crecimiento constante –opina López–. Pero en ese campo aún quedan muchísimos kilómetros por recorrer a los que solo se llega yendo por carreteras muy secundarias y a la aventura. Esas rutas no las van a tomar nunca los grandes grupos, y ese es nuestro espacio en el inicio”.

Por esas mismas carreteras, circulan editoriales como Firmamento. “Lo cierto es que no aspiramos a competir con los grandes grupos, ni aun con las medianas y pequeñas editoriales ya consolidadas. Sería una veleidad pasajera. Nos dirigimos a una nueva comunidad de lectores, quizá no muchos pero sí celosos, atentos lectores, que son los que pretendemos convocar en torno a nuestra editorial –argumenta Vela–. No casualmente, partimos del papel activo que la literatura romántica concedía ya al lector en la construcción del significado, y, en la medida de lo posible, pretendemos restaurar ese trato de respeto ofreciéndole textos singulares y que estén a su altura. Pensamos en nuestros libros como eslabones o segmentos de una misma cadena, según la imagen que empleó Calasso para definir esa progresión serpenteante de títulos que conforma el catálogo de una editorial. En ese sentido, nuestro proyecto adopta un claro compromiso con la literatura como herramienta de diálogo o mediación cultural”.

El papel de la prensa y las librerías 

Para Salama que, como el resto de compañeros también prima el interés literario sobre cualquier otro, no es fácil hacerse hueco, “sobre todo si se publican libros no tan comerciales”, apunta. “Creo que se consigue creando y manteniendo una propuesta editorial sólida que vaya acompañada de un diseño potente y diferenciable; teniendo en cuenta también el público al que nos estamos dirigiendo y buscando constantemente modos de ampliar dicho público. La prensa es fundamental, y ahí es donde las editoriales como Tránsito hacemos un trabajo de pico y pala, para que nos vayan conociendo y teniendo en cuenta. También el trato mano a mano con las librerías es importante, pues en nuestro caso son ellas las primeras prescriptoras de nuestros libros”.

Con una fuerte identidad, las cuatro editoriales tienen rasgos propios de personalidad y criterios que las diferencian del resto “La precariedad económica de las microeditoriales, en la que también se desarrolla Barbarie editora, tiene su contrapartida positiva en la libertad de publicar textos en base a criterios que van más allá de los económicos. Las microeditoriales contribuyen, por tanto, a la bibliodiversidad del país”, sostiene López para quien el tiempo, y no la urgencia, es un punto a favor con el que juega su editorial.

El viejo truco de que menos es más, continúa la editora. “En lugar de publicar muchas novedades durante el año y mantenerlas apenas unas semanas en las librerías, queremos publicar pocos títulos y alargar la lectura de esos textos durante mucho tiempo. ¿Y cómo extender la vida más allá de la novedad? En primer lugar, seleccionando textos que no sean oportunistas ni estén adscritos a una percha informativa, y en segundo lugar, trabajando en nuevos lectores, lecturas y enfoques”.

Diferentes estrategias 

Por su parte, en Firmamento, se enorgullecen de trabajar a partir de ciertas renuncias. “Por poner un ejemplo paradójico: no diseñamos nuestra programación bajo criterios de cariz comercial, sino literario. No vamos a la caza de la novedad. No participamos en subastas, aunque sí dialogamos con algunas agencias literarias y oímos sus sugerencias. No presionamos ni agasajamos a los libreros en pos de un mejor trato en los estantes y mesas de novedades. No llamamos ni incomodamos a los periodistas si un libro nuestro no recibe suficiente atención crítica. No intentamos hacer pasar por hallazgos los títulos ya publicados por otras editoriales y que no son en el fondo más que sencillas recuperaciones… Es decir, tratamos de confiar en nuestro catálogo mirando un poco a más largo plazo, y de erradicar o atenuar ciertos hábitos anquilosados en la industria del libro”, critica Vela.

Difiere de Vela, Sol Salama, que sí que apuesta por reivindicar títulos ya publicados. “Me gusta mucho recuperar obras –comparte–. Por ejemplo, La cresta de Ilión, de Cristina Rivera Garza, o Marranadas, de Marie Darrieussecq, que son libros que habían sido publicados en España hace décadas pero cuya vida está claro que puede continuar. Están vigentes, siguen siendo potentes, y es precioso encontrarles lectoras nuevas”. Pero también, apunta, publica “libros a los que llego por otros libros, como La loca de la puerta de al lado, de Alda Merini, o La memoria del aire de Caroline Lamarche. Encontrar autoras locales que estén empezando a escribir es difícil, pero nosotras hemos publicado a varias (Lorena Salazar, Silvia Hidalgo…) que tenían la decisión determinante de publicar con Tránsito”, remata.

En este sentido, en un mercado donde se publican libros a diario, desde Las afueras reprochan que “en lugar de afrontar el inevitable reto de ajustar la producción a la demanda, de decrecer, las editoriales han decidido huir hacia adelante y seguir produciendo como si no hubiera habido una pandemia ni existiera una crisis energética”. ¿Cómo sobrevivir en este escenario publicando poco?, se plantea Llorca. “Publicando bien –responde–. Publicar bien no solo es publicar buenos libros, tener un criterio (que es lo que te diferencia), sino también que los métodos de trabajo sean justos y ajustados a nuestras necesidades a la vez que intentamos satisfacer las de nuestros lectores y lectoras”. Y así, bajo estas premisas, parece que resisten.