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Un viaje de la editorial a la librería: el baile de las distribuidoras en España

En el baile del libro, para que todo esté dispuesto, hay que tener en cuenta factores como el trajín de los ejemplares, que vienen y van de las imprentas a los almacenes, hasta llegar a los escaparates. Para que nos hagamos una idea, una distribuidora grande como Logista Libros, puede enviar, cada día, unos 120.000 libros a las librerías, nos revela su director general, Daniel Oropesa. La cifra, claro está, puede variar según la época del año, pero sirve como indicador de cuánto se mueven los libros hasta que llegan a nuestra estantería. 

“Todos los días recibimos libros desde las imprentas -comparte Oropesa-, que se recepcionan, se cuentan y se ubican en el almacén en posiciones que el sistema asigna automáticamente según la disponibilidad de espacio y un orden de prioridad fijado previamente. A la vez, estamos recibiendo pedidos de las librerías que, según las herramientas que tenga cada distribuidor, se preparan y se envían a los diferentes puntos de venta” 

Daniel Oropesa, director general Logista Libros

Logista Libros trabaja con ocho grupos editoriales y con diversos sellos, hasta un total de ochenta, entre los que se encuentran Planeta, Urano, Wolters Kluwer, Kalandraka o Panamericana, por trazar un panorama amplio. “Nuestra actividad no se limita solo a la distribución convencional, puesto que también hacemos servicios de e-commerce. En total, movemos unos 17.000 títulos diferentes al día, y en nuestro almacén tenemos representadas unas 300.000 referencias -señala su director-. En el total del mercado, calculamos que se mueven al año unas 400.000 referencias que se consideran vivas”. 

Antonio Castillo, Director-gerente de Distriforma

Lo habitual, cuenta Antonio Castillo, “es que la editorial tenga suscritos contratos de distribución, en exclusividad o no, con un número limitado de distribuidores, muchas veces con uno solo. El distribuidor lleva a cabo la labor de presentación, promoción y difusión de las novedades entre librerías, grandes cadenas, librerías online, etc., así como de gestión de pedidos, logística…”. Director-gerente de Distriforma, su empresa trabaja con cerca de 150 sellos editoriales muy diversos y de todo tipo de géneros, “aunque por número de editoriales representadas podemos decir que somos reconocidos como una distribuidora especializada en cómic y manga, pequeñas editoriales independientes y editoriales universitarias e institucionales”, explica Castillo que destaca, por ejemplo, a Norma Editorial, Milky Way, Bellaterra, Hatari Books, Salamina o la Universidad de Barcelona. En particular, matiza, en Distriforma “se mueven unos 60.000 ISBN distintos al año, de los que más de 3.000 son novedades. Proporcionalmente estaríamos dentro de la media del sector”. 

Ambos, tanto Oropesa como Castillo, forman parte de la Federación de Asociaciones Nacionales de Distribuidores de Ediciones (FANDE). “Es el órgano representativo del sector de la distribución de libros y publicaciones periódicas en España. Creada en el año 1979, cuenta en la actualidad con más de 150 empresas distribuidoras asociadas de toda España, integradas a través de las tres asociaciones que forman parte de la Federación: ADILE, que representa a las distribuidoras independientes nacionales y regionales, y de la que soy Presidente; ANDP, distribuidores de publicaciones periódicas, y UDNE, que representa al resto de distribuidores nacionales, así como a la distribución digital”, explica Castillo.

La actividad de FANDE se centra “en la representación y promoción del sector de la distribución de ediciones, mediante el contacto con otras asociaciones del sector -editores y librerías, básicamente-, así como con las distintas administraciones públicas y organismos privados, tanto españoles como extranjeros, relacionados con el mundo empresarial en general, y el sector del libro y las publicaciones periódicas, en particular”.

Un negocio con varias particularidades

Pero sigamos con los números. Según el censo del Mapa de Librerías presentado en el último Congreso de Librerías de junio de 2022, en España hay un total de 2.977 establecimientos, además de más de 6.000 puntos de venta, si se incluyen comercios minoristas como papelerías o quioscos, que venden libros aunque no como actividad principal. “Esta gran variedad de puntos de venta garantiza la diversidad del sector del libro y la proximidad al cliente final, pero exige una red de distribución muy competente, organizada, ágil y desplegada en todo el territorio”, comenta Castillo. 

A ello hay que añadir el elevado número de novedades al año, además de los “800.000 títulos vivos a disposición de las librerías y sus clientes”, que representan “una enorme bibliodiversidad, pero también implica que la oferta de títulos a la venta y de novedades no se rige en general por criterios de demanda del mercado, lo que limita las posibilidades comerciales de muchas novedades y la disponibilidad física en las librerías”.

Factores como el precio fijo o el problema de la devolución de libros son otras de las peculiaridades a las que apunta el profesional, especialmente a esta última. “Es la otra cara de la moneda del exceso de oferta frente a la demanda. Los puntos de venta, según las condiciones que tengan pactadas, pueden devolver al distribuidor, y este a su vez a la editorial, los ejemplares impresos no vendidos y con cierto tiempo de presencia en la librería”, explica.

La cara y la cruz del exceso de oferta

Coincide con él Oropesa, para quien “sin duda” se trata este del “factor diferencial sobre cualquier otra actividad. Cualquier cliente puede devolver los libros que no vende, con lo cual se genera un tráfico importante de libros que van a las librerías, pero también de los que regresan a los almacenes. A día de hoy, la media de devolución del libro de literatura general estaría en torno al 30%”. Es decir, de cada diez libros que salen, tres son devueltos. Ello implica unos costes logísticos y de gestión abultados, además de otros inconvenientes. “Trabajar de esta manera -continúa- viene dado, en cierta medida, porque en nuestro mercado se publica un elevado número de libros nuevos cada año, concretamente, 55.000 títulos en papel en el año 2021. Esto provoca que la rotación en las tiendas sea muy rápida, seguramente, más de lo que debería”. 

Sin embargo, y a pesar de estas características propias del mercado de libro en nuestro país generan “ineficiencias estructurales”, reflexiona Castillo, también “garantizan, a mi modo de ver, el principal valor del sector en España: la diversidad, la oportunidad de que pequeños e independientes -sean librerías, distribuidoras o editoriales- puedan competir con las grandes corporaciones, lo que redunda en que el cliente final dispone de una variedad de puntos de venta y de títulos donde elegir -bibliodiversidad-sin parangón en otros sectores”.

No hay que olvidar, apunta, que “las distribuidoras funcionan para cubrir una necesidad de dos de los agentes principales que participan en la cadena, librerías y editoriales. Y la estructura de la distribución en España responde a la estructura del mercado del libro. Las distribuidoras no son esenciales -los intermediarios nunca lo son-, pero existen porque son necesarias y ofrecen un servicio de calidad y especializado”.

Un futuro digital

En cuanto a la evolución del panorama nacional, ambos coinciden en es que se ha producido un proceso de concentración, “con la progresiva desaparición de distribuidores locales o regionales que han ido fusionándose para crear empresas con más músculo, o bien que han ido siendo absorbidas por otras más grandes -describe Oropesa-.  De esta manera, se han creado economías de escala que han permitido acometer inversiones para mejorar la eficiencia de la distribución”. En el lado negativo, señala Castillo, esto también ha implicado “por desgracia, la desaparición de algunas empresas que no han podido abordar las nuevas exigencias del mercado”. 

Un panorama que, además, se vio inevitablemente alterado durante la pandemia. Entonces, recuerda Oropesa, “nuestro mercado natural, las librerías, permaneció cerrado varios meses, y el lanzamiento de libros se paralizó. Solo la eclosión del comercio electrónico, cuyo volumen llegó a triplicarse respecto a años anteriores, permitió que las distribuidoras mantuviéramos cierto nivel de actividad”. 

La importancia del canal de venta online, incluso para pequeñas librerías, seguramente fue el efecto más importante provocado por la epidemia -analiza Castillo-. Este fenómeno ha implicado que en un mercado en el que el precio no es el factor de competencia, debido al precio fijo, la disponibilidad y los plazos de entrega se hayan convertido en determinantes para todo el comercio minorista del libro, tanto para la venta online como para la presencial, con lo que la distribución ha tenido que responder al fenómeno optimizando su información sobre disponibilidad y facilitando la inmediatez de los plazos de entrega, además de con un servicio cada vez más ágil y rápido, aportando incluso la entrega directa al cliente de la librería”, reflexiona.